El ojo privado es un libro fantástico. No sé si lo has leído. Por si las moscas, por aquello de no fastidiarte el final y porque en medio puede tener más de una sorpresa, te contaré sólo lo imprescindible. Como te puedes imaginar es un libro sobre cine. En realidad son comentarios sobre películas, exactamente sobre ciento treinta y dos películas. Lo sé porque las he contado y porque me leído el libro catorce veces. Más adelante te explicaré de qué tipo de comentarios se trata. El caso es que para unirlos entre sí, para enlazar un comentario con otro, tu marido se ha sacado de la manga un truco maravilloso.
(Del prólogo de Miguel Rellán) Dice el poeta Ricciotto Canudo en El nacimiento del séptimo arte "Necesitamos el cine para crear el arte total al que, desde siempre, han tendido todas las artes." Esto es: una nueva forma de arte que aglutina todas las otras artes, desde la literatura hasta las artes plásticas, pasando por la música. Ciertamente, desde el descubrimiento del cinematógrafo por Lumière a finales del siglo XIX, el cine se ha revelado como una de las más peculiares expresiones de la cultura. Desde sus orígenes silentes, luego con voz; primero en blanco y negro, luego en color, ahora en 3D; el cine, con su lenguaje peculiar ha cautivado y fascinado a millones de espectadores. El cine es ante todo imagen que habla, de ahí la importancia de la fotografía, que implica movimiento y por ende desplazamiento de la cámara (primero fija, luego dotada de movimiento). Los encuadres y la composición diversa de cada plano, los cortes; pero también los diálogos y los gestos (no mera pantomima), son recursos expresivos enriquecidos a su vez con otros elementos, como la música, de indiscutible valor expresivo, que constituirán la peculiar gramática fílmica. El cine promueve y conmueve, habla del sujeto, ya sea a través de la ficción, o mostrando una realidad sin afeitar. Deudor de la literatura –donde hallara un venero de inspiración–, el cine ha saldado la deuda contraída cediéndole algunos de sus recursos expresivos. Es así cómo la novela, ha incorporado algunos de los elementos propios del lenguaje cinematográfico (el flash-back, o el montaje paralelo de dos o tres secuencias, etc). Nuevo material para decodificar, sea cual fuere su género. Capturado en esa escena, cada espectador lee desde su deseo inconsciente un texto particular y único, el fílmico, escrito principalmente en imágenes (la imagen –marca–, también se lee). Cada película que se ve, nos dice César Bardés en El ojo privado es una lección de cine. Pero no sólo esto, sino que a través de sus críticas, reivindica, que el cine requiere cada vez más de un público que pueda leer entre líneas, descifrar si cabe; un público que, al margen del conformismo ante los reiterados esquemas repetidos hasta la saciedad, sea en definitiva capaz de ver algo más que un simple entretenimiento. |
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