¨98 octanos¨ son, en realidad, dos libros. Cuenta la historia de “La geometría del círculo”, la novela que escribió su protagonista cuando logró hacer realidad el sueño de todo jugador: saltar la banca de un casino. Pero es también algo más. Es una novela sobre la pasión de escribir, sobre las cosas que se hacen para recuperar un amor perdido, sobre tartas de nata que saben a protesta callejera, y sobre lo que se esconde detrás de eso que llamamos Éxito. 98 Octanos es una perífrasis: su esencia no está meramente en el hecho que relata, sino que apunta a un más allá. Si en La geometría del círculo “un golpe de suerte no suprime el azar” – y eso bien lo saben quienes planean hacer saltar la banca de un casino–, en el texto que le invitamos a leer, el autor sigue ahondando no tanto en cuestiones de actualidad, que sí, si no que en cierto modo se interroga sobre nociones de un gran peso simbólico, pero al mismo tiempo de gran ambigüedad: el éxito y, cómo no, el fracaso. En la metáfora del arquero y la flecha, Chuang Tzu sostiene que, dividido por el premio, más preocupado por ganar que por apuntar la flecha, el arquero erra el tiro. La división subjetiva es un vector que atraviesa al sujeto. ¿Qué hay más allá del éxito? En buena medida, un ensayo de respuesta es el texto que tienen en sus manos. El objeto no está donde se lo imagina. La felicidad no está en el lugar del ideal. Dice Gabriel García Marquez: “No, el éxito no se lo deseo a nadie. Le sucede a uno lo que a los alpinistas, que se matan por llegar a la cumbre y cuando llegan, ¿qué hacen? Bajar, o tratar de bajar discretamente, con la mayor dignidad posible”. |
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