El texto que le invitamos a leer constituye un particular alegato de una verdad que envuelve al sujeto: «…el hombre —dice Heidegger— se comporta como si fuera el forjador y el dueño del lenguaje, cuando es éste, y lo ha sido siempre, el que es señor del hombre». Efectivamente, podemos decir «poéticamente (la palabra) habita el hombre». Transita el poeta —Luna—, pues, por las palabras para reivindicar su valor liberador «reventaré al dictador que oprime tu mente con el proyectil con el que habla un poeta”. Dictador, goce del sinsentido, en el que de continuo se implica y se complica el sujeto. Ausencia de palabra. En Estar , destaca Luna, no el verbo y su significado, sino lo copulativo (la cópula, lo sexual, siempre apunta a la vida) del verbo. La palabra, pues, mata a la cosa y a la vez es la puerta de ingreso en lo humano («No me culpes de la idea o de la forma, la intención (vgr. el deseo) me hace carne»); en esto radica toda su potencialidad creadora y su efecto liberador, en el poder expresar y dar forma a los deseos más íntimos. «Despojado de cualquier impedimento mediocre —dirá— /al menos/conseguiré hacerte comprender».
Presentación de intenciones.
Bienvenidos y bien hallados todos los presentes. Vuestros ojos deberían mutarse en orejas y éstas pupilas tímpano del viajero.- Si este estado con el que escuchas va contigo -; (con oídos de ciego y corazón insumiso, entenderás mi dolor). Reventaré al dictador que oprime tu mente, con el proyectil con el que habla un poeta, pero antes, seguramente, durante, o al final, quieras colocar un cartel donde se lea: “Hoy el que habita esta casa, ofrece a su madre por un módico precio”. Puedes evitarte el escribirlo – tan solo cuélgalo – no tienes la patente de esa opinión, aunque espero que los nichos de mi familia sigan estando limpios. Eso sí, si eres de los que colgaron dicho cartel, vete limpiando los excrementos donde descansan tus putos muertos. Despojado de cualquier impedimento mediocre, al menos, conseguiré hacerte comprender unas cuantas realidades. |
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